Reservas marinas: aliadas contra cambio climático

Las áreas marinas protegidas con un área mayor a 100 kilómetros cuadrados, una antigüedad de al menos 10 años, que estén bien administradas, aisladas y cerradas a la pesca ayudarán a los ecosistemas marinos y comunidades costeras a adaptarse mejor al cambio climático.

Esa es la conclusión del artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, que reúne evidencia bibliográfica sobre cómo estas reservas podrían constituir una medida efectiva y de bajo costo para mitigar los efectos del cambio climático en los ecosistemas marinos, que se traducen en acidificación de los océanos, aumento del nivel del mar, intensificación de las tormentas, cambios en la distribución de especies y disminución de la disponibilidad de oxígeno.

“Las reservas donde las comunidades participan activamente en la vigilancia y cumplimiento de las normas son las que lo están haciendo mejor y donde se ven beneficios económicos”.

Octavio Aburto, Instituto Scripps de Oceanografía

Según los autores, conservar los ecosistemas marinos representa una alternativa de bajo costo cuyos beneficios podrán apreciarse a escala local y global.
Estudios previos han encontrado evidencia de que las áreas marinas protegidas ayudan a amortiguar la acidificación al restablecer las poblaciones de peces que excretan cristales de calcio, proteger las costas y atenuar la fuerza de las olas al conservar barreras naturales como arrecifes y manglares, u ofrecer zonas seguras y refugio para distintas especies marinas.
“No hay una única solución que nos pueda permitir confrontarnos o adaptarnos a un cambio de esta dimensión”, dice Andrea Sáenz Arroyo, coautora del estudio y ecóloga marina de El Colegio de la Frontera Sur, en Chiapas, México.

No hay una solución única
Añade que crear reservas marinas “no es complicado en términos tecnológicos; simplemente es dejar que la naturaleza haga lo que ha hecho por millones de años”, sin presiones humanas como la sobrepesca.
Aunque existen pocos ejemplos exitosos de áreas marinas protegidas grandes y aisladas, encontrarlos en América  Latina, resulta más difícil aún. En la región muchas comunidades dependen de los recursos que ofrecen los vigilancia y cumplimiento de las normasecvigilancia y cumplimiento de las normasosistemas costeros y marinos, para sobrevivir .Una mejor opción, según el biólogo marino Octavio Aburto, del Instituto Scripps de Oceanografía, en Estados Unidos, sería integrar a la gente en la planeación de estas reservas. “Las reservas donde las comunidades participan activamente en la vigilancia y cumplimiento de las normas son las que lo están haciendo mejor y donde se ven beneficivigilancia y cumplimiento de las normasos económicos”, argumenta.
Desde 2011, el Convenio de Diversidad Biológica propuso como meta global proteger el 10 por ciento de los océanos para 2020. Sin embargo, hasta 2015 las naciones costeras sólo habían protegido el 3.5 por ciento de sus aguas. “Quedan tres años”, dice Aburto. “Y al ritmo que vamos, no lo estamos haciendo bien. No podemos quitar el dedo del renglón”.
La única manera de lograrlo, de acuerdo con Sáenz Arroyo, es apropiándose de las políticas públicas. “El puente entre los científicos y los tomadores de decisiones son los ciudadanos”, afirma.

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